martes, 7 de septiembre de 2010

Feu de Camp

Nota: Este pequeño escrito está dedicado a un amigo viajero que nos hizo reir, llorar, tomar mucho café y aunque la manera en la que partió de este mundo nos dejó un mal sabor de boca, lo recordaremos siempre como alguien que nos alegró un poco las mañanas... Juan Simón, te recordaremos siempre hasta antes del viernes pasado.....

Realmente no podía cambiar lo sucedido, aunque seguía tratando afanosamente de mentalizar un universo paralelo en el que sus malas decisiones se transformaran en un cúmulo de actos exitosos. Inmerso en sus profundos pensamientos de ese panorama optimista, ignoraba por completo lo que acontecía en su apocalíptica realidad. De pronto, un estruendo hizo temblar sus tímpanos. Su onírico devenir colapsó frente a sus gastados anteojos quebrados.

Un suspiro anunció su inminente desenlace.

De repente blanco. De repente nada.

Cuando despertó junto al fuego, observó su realidad transformada, llena de color, de ese vivo color que alegra las almas de los niños; todo aquello que había perdido lo acompañaba, como si de pronto hubiera abierto la puerta y nada hubiese salido mal. Cerró fuertemente los ojos y dejó escapar una sola lágrima acompañada por una sonrisa que reflejaba su paz interior.

Mientras tanto, en la oscuridad de la noche, un cádaver era recogido en la carretera, dejándo atrás un rastro de sangre y unos anteojos viejos y quebrados, junto a un sucio letrero en la ruta 27.

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