La enorme habitación blanca tenía sólo una ventana. Pequeña y fría se erigía la imagen del mar ante mis ojos. Escucha. Silencio. Las olas se hundían y elevaban mientras un misterioso hombre caminaba descalzo. En mi habitación, una silla, un escritorio, un pedazo de papel y un lápiz.
Las palabras llegaban con el viento y se imprimían en el papel llenándolo de versos. Tristes. Nada que pudiera llenar aquel cuarto. El mar. Un suspiro y en mi alma oscuridad. No hay frío ni calor. Lágrimas, sonrisa. Un espejo reflejando una gran mentira que susurra a mis espaldas y se clava en lo profundo del océano. Aquel hombre contempla el horizonte mientras se va adentrando en el profundo mar. Agua. Cubre sus ojos y los va llenando de eternas lágrimas de olvido. Dentro de mí, nada, un escalofrío que recorre mi espina y baila con la burla del destino. Lejano horizonte en donde un par de ojos han perdido su brillo. Una silenciosa canción que abofetea el agua y la levanta contra las piedras. Mi mente. Un lienzo. La luz grisácea que ha perdido movimiento. Me siento. El corazón se agita y comienza a brotar un pequeño murmullo de agua. Las preguntas sin respuesta y un torbellino de luciérnagas azules que van muriendo lentamente. Sólo una débil luz brillante. De color verdoso. Verde. Tintinea en el faro que observa como cae la noche. Débil. En el tiempo perdido se revuelven los escombros de mis sentimientos. Sube la marea. Llega la espuma y se los lleva.
Me encantó... <3
ResponderEliminarrequisito para entrar al claustro: ser intenso
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